ELOGIO DE LA HOMOSEXUALIDAD

La Edad de Oro de la heterosexualidad está tocando a su fin, y esto es motivo de celebración para todos. También para los heterosexuales, que hasta ahora se han limitado a actuar acorde a un manual de instrucciones en cuya redacción no han tenido ni voz ni voto. Su vida se reducía en gran medida a ejecutar una receta heredada de los ancestros que prescribía, sin que se diesen ni cuenta, hasta los más pequeños detalles.

Sin embargo, gracias a esa especie de fallo en Matrix al que llamamos «homosexualidad», es posible sacar a la luz el conjunto de reglas y exigencias que estaban ya diseñadas para cada individuo antes de nacer. Al no encajar en esos moldes desde un principio, los homosexuales han ido demoliéndolos y han construido sus vidas de un modo mucho más libre y creativo.

Luis Alegre ha escrito un libro feliz, lúcido y mordaz, y al mismo tiempo filosóficamente riguroso, que da las claves de esa distancia racional necesaria para conquistar la felicidad y que constituye uno de los pocos puntos de apoyo con los que contamos para construir una humanidad más civilizada y libre. A través de este Elogio de la homosexualidad traslucen las bases de un mundo que sin duda va a ser mejor.

Fragmentos

«Si las instituciones públicas se comprometieran en serio con la libertad de los ciudadanos, deberían incluso barajar la posibilidad de dar subvenciones vitalicias a los homosexuales para que no abandonaran las zonas rurales. Pero a nadie se le puede pedir un nivel de filantropía como para quedarse ahí por compromiso desinteresado con la libertad de los humanos. Y lo más frecuente es que los homosexuales escapen cuanto antes a algún sitio donde limitarse a encarnar un concepto no sea la única opción de vida».

«Incluso en el caso más simple; incluso si se pretende no hacer nada más que reproducir patrones y repartir papeles ya creados, el hecho mismo de ser dos hombres o dos mujeres obliga (más allá de la voluntad particular de cada uno) a decidir (y, por lo tanto, a tener que pensar) cómo se distribuyen entre uno y otro los distintos detalles. Dos hombres o dos mujeres que se enamoran, aunque pretendan reproducir por completo un patrón ya establecido, no pueden eludir ese momento constituyente (con carácter más o menos explícito) en el que la distribución de detalles (que viene de serie en casi todas las parejas heterosexuales) tiene que ser decidida». 

«Antiguamente (quiero pensar que solo antiguamente), era frecuente escuchar que la homosexualidad era algo antinatural y, por lo tanto, reprobable. Este era uno de esos argumentos que revelan un carácter. No es fácil saber con qué datos contaban sobre la vida sexual de los calamares o los saltamontes para demostrarlo, pero eso es lo de menos. Lo aterrador era que, por algún motivo, les debía parecer evidente que son los calamares o los saltamontes los que deben marcar la pauta de nuestra vida sexual. Pero aún más sorprendente era descubrir que algunos defensores del «derecho» a una sexualidad libre, con toda la buena intención, respondían señalando que hay algunas especies de cabras o de arenques que también copulan con individuos de su mismo sexo. ¿Cómo era posible que una sociedad civilizada pareciera inclinada a aceptar que los congrios deben servirnos de modelo y marcar la pauta de nuestras vidas? Si hay algo indiscutiblemente «natural» es, por ejemplo, que el pez grande se coma al chico y, en general, que no rija más ley que la ley del más fuerte. Contra esta sólida ley de la naturaleza, todo el universo de los derechos, la justicia y la libertad se levanta, ciertamente, como un universo «antinatural». Y solo dentro de ese universo es posible ser una persona que actúa y decide y no una mera cosa que se mueve. Un congrio se limita a ser un ejemplar de su especie, a hacer las cosas que hacen los congrios sin ningún margen de acción sobre su esencia. Por el contrario, los individuos libres no nos limitamos a ser sin más un ejemplar de humano».

«La homosexualidad por sí sola implica una revolución en el núcleo más profundo de esos conceptos que con tanta frecuencia funcionan como jaulas. El hecho mismo de que exista y se haga visible pone de manifiesto hasta qué punto los elementos de las casillas, incluso los más esenciales, se pueden tomar y componer por separado. Con ello, los homosexuales hemos hecho más libres a todos».

 

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