UN CAFÉ CON VOLTAIRE

Dios, el fanatismo, las supersticiones, la condición femenina, el amor, la moral… Muchos de los debates que nos interesan en este primer tercio del siglo XXI estaban ya presentes en los espíritus ilustrados del siglo XVIII. Qué mejor acompañante que Voltaire para recorrer el pensamiento de toda una época: poeta, dramaturgo, filósofo y escritor, talentoso y extravagante, Voltaire fue el enfant terrible de un siglo efervescente en el que triunfaban la razón y el debate de ideas.

Para narrar esta vida de acción y pensamiento, Louis Bériot recrea una serie de encuentros entre Voltaire y sus coetáneos más ilustres: debate sobre teología con Newton, pone de los nervios a Montesquieu a propósito de El espíritu de las leyes, discute acaloradamente con Rousseau acerca del progreso, charla con madame de Pompadour sobre la idea de la felicidad, filosofa con Diderot alrededor de la muerte, vive una hermosa historia de amor con la extraordinaria Émilie du Châtelet…

Un café con Voltaire es un original retrato en movimiento del filósofo más carismático de su tiempo hecho de ficción y realidad, ideas y actos, filosofía y literatura. Una lectura deliciosa que atrapará al lector desde la primera página.

 

¿Cómo pensaba Voltaire?

Democracia. «Una democracia gobernada por imbéciles oprime irremediablemente a las clases superiores y medias. Las conduce a renunciar a sus libertades públicas y a desear un tirano inteligente. Así es como la democracia deviene despótica».

Patria. «¿Acaso ser patriota significa ser virtuoso? Para ser un buen patriota, hace falta convertirse en enemigo del resto de la humanidad. Soy un ciudadano del universo y aspiro a que mi patria no sea ni más grande, ni más pequeña, ni más rica, ni más pobre que las demás».

Derechos humanos. «He aquí un conjunto de derechos que puede hacer mucho daño, si no andamos con cuidado. Una república no se construye sobre los derechos humanos, ¡sino sobre su protección!».

Mujeres. «La sociedad depende de las mujeres. Los pueblos que han tenido la pésima idea de encerrarlas son insociables».

Religión. «En todo el mundo rige el mismo principio: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. No veo cómo, siguiendo este principio, un hombre podría decir a otro hombre: ‘Cree en lo que creo o morirás’».

Libertad de opinión. «Debemos desconfiar de los fabricantes de opinión. La opinión parece la reina del mundo. Tanto es así que, cuando la razón intenta combatirla, está condenada a muerte de antemano».

Felicidad. «No tengo ni idea de lo que significa ‘felicidad’. Se trata de una palabra demasiado abstracta para mí. He decidido ser alegre, eso sí: es bueno para mi salud».

Animales. «Constato que el baño de sangre que perpetramos cada día en nuestras carnicerías y en nuestras cocinas no está considerado como un crimen, sino como una bendición del Señor. ¿Acaso hay algo que resulte más abominable que alimentarse continuamente de cadáveres? Si los animales pudieran hablar, ¿podríais matarlos y comerlos?».

 

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